En Esquirlas y otros insomnios, segundo libro de Graciela Rodríguez, la autora apela al diálogo, esa escasa virtud que Hölderlin considera imprescindible entre poetas, y que Paul Celan extiende como «un diálogo desesperado». Pocas veces, como en esta época, necesitamos de la palabra del otro. Para sostenernos. Para orientarnos. Porque la poesía es el campo privilegiado de la continuidad simbólica. Y la autora apela a poetas mujeres, ese polo vital cuya mirada necesitamos para la construcción de un mundo posible. Así acontece la rememoración: entre esquirlas e insomnios, restos de un estallido donde cada recuerdo cobra una nueva vida en el texto. Desvelos que gestan palabras. La lasitud de esta época dota cada memoria de un don especial y aún el hastío, o la rutina y la fragilidad, nos hacen parte de eso que Graciela Rodríguez nombra tan bien: esquirlas, una serie de desvelos y unos pocos poemas que nos sostienen y se hacen morada y posibilidad. Del prólogo de Javier Galarza.