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Del prólogo de Javier cófreces: Voces de exaltación, de reflexión y reposo. Evocaciones religiosas y acaeceres profanos. Recuerdos y proyecciones. Sin altisonancias ni pompas la poeta trasluce su interioridad, sin pretensiones ni ambages, con una delicadeza lírica particular que conmueve y sacude. Ojalá que esta obra alcance a reflejar el caudal poético de una autora que muchos merecíamos conocer un poco antes. No obstante, llegamos a tiempo. Esta poesía, estoy convencido, oficiará de antídoto en tiempos de peste como los que vivimos. Otra vacuna, complementaria a “la rusa”, la formoseña. Apunta María Teresa Andruetto en la contratapa del libro de Azucena Salpeter: “Caminos rurales, autos destartalados y operas de Massenet; andenes, citas bíblicas, exámenes de anatomía y ollas con mandioca de Alla Ité. Nadie debiera perderse a esta Gringa formoseña, debiéramos levantarnos temprano para leer a esta poeta, médica, narradora, pintora, como a una monja silvestre sin crucifijos ni santos.“